Políticos, instituciones, administraciones, asociaciones, grupos religiosos, ONGs, su jefe, su amigo… ¡hasta su madre!, en algún momento, ha creado, difundido o ayudado a viralizar una fake news o, como deberíamos decir, un bulo.
Las noticias falsas no van unidas ni son consecuencia del mal uso de las nuevas tecnologías, lo mismo que el ‘storytelling’ no es un invento de la comunicación del siglo XXI. ¿Quién no recuerda la magistral dramatización de La Guerra de los Mundos de Wells? El problema ha sido que, gracias a la proliferación de nuevos canales, especialmente los digitales por su accesibilidad y usabilidad, el crecimiento ha sido exponencial.
A esto se ha unido el propio fin u objetivo de las mismas, que han pasado de lo que podría ser una mera información falsa a auténticas estrategias creadas para, o bien empoderar o, por el contrario, destruir a una persona u organización.
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